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lunes, 5 de marzo de 2012

INTERVENCION SOCIAL EN EL MALTRATO A LAS PERSONAS MAYORES.

MALTRATO DE LAS PERSONAS MAYORES EN EL AMBITO FAMILIAR. LA INTERVENCIÓN SOCIAL DESDE LOS SERVICIOS SOCIALES BASICOS.

(Coordinación del Taller sobre el Maltrato Familiar a las Personas Mayores. II Jornadas Regionales de Garantía y Protección de Derechos de las Personas Mayores. Ciudad Real. 7 y 8 de octubre de 2010)

Como profesional del trabajo social durante varios años en diferentes zonas rurales de nuestra región, en varias ocasiones, quizás más de las que ahora mismo pueda recordar, llegaban a nuestro Servicio de Información, Valoración y Orientación matrimonios, grupos de hermanos, nietos, etc, que nos hacían la siguiente demanda: “Queremos solicitar una Residencia para mi padre”, o bien, “queremos llevarnos a mis padres de forma rotatoria (a meses), pero no quieren dejar su casa, necesitamos que usted les convenza”.


A la primera demanda, yo como profesional les hacía una pregunta clave: “Y tu padre, ¿qué opina de irse a una Residencia?”. Las respuestas, en la mayoría de los casos eran del tipo siguiente:

  • “No se lo hemos dicho, no podemos hablar de estos temas con él, porque se pone muy triste o se enfada”.
  • “Mejor que no sufra todavía, cuando llegue el momento de irse, pues lo asumirá”.
  • “Ya le convenceremos para que se vaya, usted prepare el centro que nosotros nos encargamos de conven cerle”
A la segunda cuestión, en la que nos demandan que convenzamos a una persona, por muy mayor que sea, para que se marche con sus hijos, muy preocupados éstos por facilitar una atención adecuada a sus padres, les solía responder: “¿os habéis preguntado por qué no quieren marcharse?” o bien, “si vuestros padres no se dejan convencer por vosotros que sois sus hijos, ¿lo va a hacer una persona extraña, en este caso el trabajador social?, o en algunos casos, les planteaba que, a lo mejor, no querían abandonar su casa, ni su entorno, vecindario, sus costumbre, etc, para marcharse a un piso de 60 metros cuadrados, donde el aislamiento sería una trampa, en muchos casos mortal para personas que han vivido en entornos abiertos con una fuerte solidaridad vecinal.

En definitiva, cuestiones éstas, con componentes relacionados con la bioética de nuestra intervención, con el respeto a uno de los principios fundamentales de nuestra profesión: el principio de autodeterminación, y también ejemplo de situaciones que se dan con normalidad, y no por ello, dejan de ser ejemplos de maltrato familiar: la vulneración de derechos y el no respeto de su derecho a decidir como personas adultas, infantilizando tanto sus pensamientos como sus decisiones y actos.

Cuando se puso en contacto el Colegio Oficial de Trabajadores Sociales conmigo hace un par de semanas para que hiciera mis aportaciones al Taller que nos ocupa “Maltrato Familiar”, me lo pidieron no por mi condición actual de Jefe de Servicio de Atención a la Dependencia de nuestra región, sino por mi experiencia como trabajador social de los Servicios Sociales Básicos durante más de una década en diferentes zonas PRAS, y además por mi formación también como educador social.
Realmente, mi intervención no va a girar en torno a conceptos, tipologías del maltrato, aspectos preventivos ni jurídicos, que han desarrollado muy acertadamente mis compañeras del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia de Valencia Yolanda García Esteve e Isabel Iborra Marmolejo.

Voy a tratar de resaltar la importancia de la intervención social de los Equipos de Servicios Sociales Municipales tanto en la prevención como en la atención a las situaciones de malos tratos, y de forma muy especial, la figura de referencia que ocupa el trabajador social en este ámbito.

A modo introductorio, debemos explicar a los participantes del taller que no conocen la estructura de servicios sociales de nuestra región, que Castilla-La Mancha tiene una dotación importante y una cobertura del 100 % de la población, que es atendida a nivel social por un Equipo de Servicios Sociales de referencia a nivel comunitario: equipos interdisciplinares, tanto en Zonas PRAS como en municipios del Plan Concertado conformados por: trabajadores sociales, educadores sociales, animadores sociocomunitarios, psicólogos en algunos casos, trabajadores sociales de apoyo a programas, Servicios de Mediación Intercultural, apoyo administrativo, etc. Con lo cual, potencial humano existe, al menos con capacidad para poder trabajar en diferentes ámbitos carenciales del ser humano, y también en algo que puede parecer “tabú” como es el maltrato dentro del núcleo familiar.
 
Se tratará pues, de reflexiones desde la experiencia profesional, buena y mala, porqué no decirlo, y también sobre los anhelos de lo que debería ser y no es, y sobre lo que no debería ser, y por desgracia es la realidad de muchas de nuestra intervenciones.

En cuanto a los conceptos referidos al maltrato a las personas mayores, recomiendo la lectura detenida de un artículo de Dª Mercedes Tabuela Lafarga, participante activa como ponente en estas Jornadas, titulado: “El maltrato en el anciano: un punto de vista interdisciplinar”, publicado en el número 57 de la Revista de Servicios Sociales y Política Social que edita el Consejo General de Diplomados en Trabajo Social. En este artículo se hace un recorrido tanto por los conceptos relacionados con el problema:  violencia, negligencia, abuso, trato inadecuado, etc, los tipos de violencia más habituales que sufren las personas mayores: física, sexual, psicológica, médica, negligencia, vulneración de derechos, y finalmente realiza un perfil de la víctima y una serie de factores de riesgo que nos pueden llamar la atención a los profesionales para detectar una “presunta” situación de malos tratos.

I.- LA PROTECCIÓN DE LAS PERSONAS MAYORES.-

Habitualmente, no sé si por modas o por poner énfasis en la protección de las personas, acostumbramos en Servicios Sociales a “encasillar” a los usuarios mediante su clasificación por colectivos, atendido a criterios como edad, sexo, origen, nivel económico, etc, e incluso desarrollamos protocolos específicos de actuación. Es más, hasta se desarrollan legislación específicas de protección y organismos encargados de velar por dicha protección. Ejemplos los tenemos en la protección a los menores en nuestro país: Ley Orgánica 1/1996 de 15 de Enero de Protección Jurídica del Menor a nivel estatal y Ley 3/99, de 31 de marzo del Menor en Castilla-La Mancha, a nivel regional. Incluso se desarrollan estructuras administrativas dentro de la Consejería de Salud y Bienestar Social para garantizar una adecuada protección de derechos de los menores de edad: servicios de protección de menores, de apoyo a las familias, etc.

Otro ejemplo significativo lo tenemos en la protección a la mujer víctima de la violencia de género: Ley Orgánica 1/2004 de 28 de diciembre de Medidas de Protección Integral contra la violencia de género, y de forma específica en nuestra región, tenemos la Ley 5/2001 17 de Mayo de Prevención de malos tratos y de Protección a las Mujeres Maltratadas. Ni que decir de la prioridad en la atención a la mujer víctima de la violencia machista en cuanto al nivel de estructuras administrativas, hasta se crea un organismo autónomo como es el Instituto de la Mujer y centros específicos y especializados de atención a esta verdadera lacra social.

Pero, ¿qué ocurre con la protección de las personas mayores víctimas de los malos tratos? ¿no son acaso igual de víctimas, más invisibles incluso?; ¿se ha cuantificado la incidencia de esta problemática?, ¿el número de fallecidos por esta causa es menor que en el caso de la violencia de género?
Dar respuesta a estos interrogantes no es lo que hoy nos reúne en este Taller relacionado con el Maltrato Familiar de las Personas Mayores, pero mi intención es quizás, sensibilizar a la propia Administración, desde la Estatal, la de Justicia, y la Regional, ante la necesidad de que se articulen los sistemas necesarios tanto para garantizar la detección precoz de estas situaciones y sobre todo establecer fórmulas de protección a las personas mayores, que no sean solo las tradicionales de sacar a la persona de la vivienda e internarles en un centro residencial, cuando en la mayoría de los casos, el agresor es su propio familiar, que queda indemne y además la administración le soluciona el problema atendiendo a la persona mayor.

II.- LA INTERVENCIÓN SOCIAL DESDE SERVICIOS SOCIALES EN LA PROTECCIÓN A LAS PERSONAS MAYORES.-

PREVENCIÓN PRIMARIA.-
Creo que, sin ánimo de alarmarnos ante los posibles malos tratos, ya sean intencionados o no, la primer labor que debemos hacer sería una labor de prevención secundaria o detección precoz en la cual debemos trasladar a los familiares cuidadores principales que realmente están llevando a cabo un maltrato innecesario o inconsciente hacia la persona mayor, que además es necesario escuchar a estas personas mayores para conocer como se sienten, puesto que en muchos casos, el propio profesional toma decisiones sin haber escuchado a la propia persona.
 
Es en esta labor en la que debemos mediar con las familias, orientarles acerca de los recursos tanto de respiro familiar como de apoyo y formación: Servicio de Ayuda a Domicilio, nuevas tipologías de teleasistencia remota, ayudas técnicas que facilitarán el cuidado de la persona dependiente y mejorarán la calidad de vida del propio cuidador, estancias temporales en residencias para el respiro familiar, y los programas de formación dirigidos a cuidadores de personas en situación de dependencia, la utilización del voluntariado, el ocio y el tiempo libre, al que también tienen derecho estas personas que sufren las situaciones de malos tratos.

Y volvemos aquí a otro nivel de intervención del trabajador social, que por desgracia, está cada vez en desuso y que desde mi punto de vista tiene la misma importancia que el trabajo social de caso y el trabajo social comunitario: EL TRABAJO SOCIAL GRUPAL. Podemos ser excelentes profesionales en aspectos como el apoyo emocional, la coordinación de grupos de ayuda mutua de cuidadores de personas muy dependientes, que son las que más riesgo tienen de sufrir malos tratos, utilizar estos espacios de trabajo grupal para poder llegar mejor a los ciudadanos y para impulsar los recursos sociales que, en muchas ocasiones de forma solitaria es mucho más complicado.
Ya han explicado las compañeras las características de la prevención primaria, pero aquí también es importante nuestra labor profesional en cuanto a sensibilizar a la opinión pública. No debe valer como excusa que no se inicien campañas de sensibilización a nivel regional de gran impacto social como en prensa, tv, radio, etc, sino que desde lo local y a nivel microsocial, el TRABAJO SOCIAL COMUNITARIO juega una importante labor. En este sentido actuaciones como: formar a las personas mayores desde el nivel asociativo en la defensa de sus propios derechos, trabajar la prevención de maltrato a través de talleres formativos, promover los valores tradicionales de respeto a las personas mayores entre la población más joven, fomentar la realización de actividades intergeneracionales desde los espacios educativos como ludotecas, Centros de atención a la infancia, escuelas, asociaciones juveniles, etc.

Evidentemente esta labor no la debe hacer de forma solitaria una sola profesión, es necesario la implicación (tan anhelada) y coordinación de: profesionales del ámbito educativo, sanitario, agentes sociales de las localidades, en definitiva, un abordaje interdisciplinar.

Además, una unión de esfuerzos así como las demandas de los propios mayores y sus familiares, pueden llevar a que los responsables municipales articulen recursos para garantizar una adecuada atención del colectivo: más horas de SAD, puesta en marcha de Centros de Día y Estancias Diurnas, desarrollo de actividades lúdicas y de voluntariado dirigidas a las personas mayores más dependientes (que parece que son más invisibles y que cuando se es dependiente ya no se tiene derecho a la participación y a divertirse)

PREVENCIÓN SECUNDARIA. LA DETECCIÓN PRECOZ Y LA INTERVENCIÓN FAMILIAR.

Habitualmente cuando detectamos una situación de malos tratos hacia personas mayores desde nuestro ámbito profesional tenemos varias opciones: una negligente, que es la de “no hacer nada”, evitar enfrentamientos con la familia, incluso no hablar del tema para no molestar, aunque incluso la familia no sepa que está provocando un mal trato hacia esa persona mayor, serían ejemplos de maltrato inconsciente. Entre estos tipos de actuaciones estarían:

  • Actitudes infantilizantes hacia la persona mayor (“voy a levantar a mi niño de 80 años”, o “voy a sacarle dinero porque él ya no está para salir al banco”)
  • Prácticas asistenciales inadecuadas del tipo como tenerle toda la tarde con el pañal puesto, aunque sea continente, para que no se levante con la finalidad de prevenir caídas, o practicar sujeciones o restricciones de la movilidad para que en muchos casos no moleste, o no movilizar de la forma más adecuada, provocando luxaciones en las articulaciones o daño que es fácilmente evitable.
  • Vulneración de derechos como el derecho a elegir, restricción de la libertad de movilidad y a la intimidad, opinar y tomar decisiones respecto de su vida personal sin contar con la opinión de la persona mayor, etc.
Si no hacemos nada, entramos ya en un segundo nivel de maltrato que es el maltrato institucional, además de una negligencia profesional que sería incluso denunciable ante la administración de justicia.

Pero puede ser que tomemos medidas. Estas pueden ser de varios tipos, pero hay una que, por desgracia se repite, y de forma especial en los casos en los que los malos tratos son intencionados, o sea dolosos. Las medidas más habituales suelen ser, o bien la incapacitación judicial o el internamiento involuntario en un centro residencial. De hecho, estas medidas protectoras, desconocidas hasta hace bien poco en nuestro curriculo formativo como trabajadores sociales, suponen una enorme demanda de formación para conocer los entresijos de las mismas y poderlas utilizar.
Bien, estoy de acuerdo en que estas dos medidas, pueden ser válidas y de hecho, en mi trayectoria profesional las he utilizado en alguna que otra ocasión, pero desde mi punto de vista serían ya medidas de prevención terciaria o de disminución del daño y como último recurso. Pero yo me hago la siguiente reflexión en voz alta:

“¿Por qué cuando detectamos un caso de posible situación de riesgo de unos menores dentro de una unidad familiar, menores que no tienen capacidad para la toma de decisiones, ni capacidad jurídica plena, nos tomamos nuestro tiempo para hacer un buen diagnóstico, nos coordinamos con el servicio de pediatría del equipo de atención primaria, con el colegio, con el resto de agentes sociales donde se desarrolla la vida familiar que presuntamente es una situación de riesgo, hablamos con la familia, bien de forma directa o indirecta para trasladarles la situación actual y diseñamos conjuntamente con ellos (o sin ellos, por desgracia en alguna que otra ocasión) un maravilloso proyecto de intervención familiar para desarrollar durante un año, dos o cinco en algunos casos. Ponemos a su disposición varias figuras profesionales para mejorar las dinámicas familiares: educador social, trabajador social, auxiliar de ayuda a domicilio, prestaciones económicas, incorporación a planes de formación y de empleo, etc?, ¿Por qué cuando detectamos un caso de malos tratos hacia una persona mayor no hacemos lo mismo?”

Creo que, sin ánimo de alarmarnos ante los posibles malos tratos, ya sean intencionados o no, la primer labor que debemos hacer sería una labor de prevención secundaria o detección precoz en la cual debemos trasladar a los familiares cuidadores principales que realmente están llevando a cabo un maltrato innecesario hacia la persona mayor, que además es necesario escuchar a estas personas mayores para conocer como se sienten, puesto que en muchos casos, el propio profesional toma decisiones sin haber escuchado a la propia persona.

Es en esta labor en la que debemos mediar con las familias, orientarles acerca de los recursos tanto de respiro familiar como de apoyo y formación: Servicio de Ayuda a Domicilio, nuevas tipologías de teleasistencia remota, ayudas técnicas que facilitarán el cuidado de la persona dependiente y mejorarán la calidad de vida del propio cuidador, estancias temporales en residencias para el respiro familiar, y los programas de formación dirigidos a cuidadores de personas en situación de dependencia, la utilización del voluntariado, el ocio y el tiempo libre, al que también tienen derecho estas personas que sufren las situaciones de malos tratos.

Y volvemos aquí a otro nivel de intervención del trabajador social, que por desgracia, está cada vez en desuso y que desde mi punto de vista tiene la misma importancia que el trabajo social de caso y el trabajo social comunitario: EL TRABAJO SOCIAL GRUPAL. Podemos ser excelentes profesionales en aspectos como el apoyo emocional, la coordinación de grupos de ayuda mutua de cuidadores de personas muy dependientes, que son las que más riesgo tienen de sufrir malos tratos, utilizar estos espacios de trabajo grupal para poder llegar mejor a los ciudadanos y para impulsar los recursos sociales que, en muchas ocasiones de forma solitaria es mucho más complicado.

CONCLUSIONES:

En definitiva, no pretendo hacer en este espacio de gurú de la atención a las personas mayores, simplemente reflexionar sobre lo que, probablemente no haya hecho bien durante mi experiencia profesional para trasladarlo e intentar poder trabajar bien en el futuro, con mayor calidad y sobre todo con mayor calidez.

Y sobre todo, plantearnos que hay formas de actuación e intervención de nuestra profesión que, por desgracia vamos olvidando, en muchos casos por la inundación de burocracia que nos atormenta y que nos marca nuestra jornada laboral: labores de mediación, acompañamiento, clarificación, apoyo emocional, labor de escucha activa, formación grupal, dinamización de grupos de iguales, etc, que os aseguro, es tan o más enriquecedora que la intervención individualizada a través del trabajo social de caso.

Y para finalizar, un agradecimiento muy especial al Colegio de Trabajadores Sociales de Castilla-La Mancha, en especial a su secretario Javier Sánchez Morcillo, por tenerme en consideración como profesional de este ámbito, y pensar en que mi experiencia pudiera ser de interés para el desarrollo de estas Jornadas.

Damián Rojas Gómez.
Trabajador Social. Octubre 2010. 

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