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sábado, 3 de marzo de 2012

PONENCIA MARCO IX JORNADAS DE SS.SS EN EL MEDIO RURAL. Haro (La Rioja) 2010

En Mayo de 2010 tuve la fortuna de intervenir en la Ponencia Inaugural del IX Congreso Nacional de Servicios Sociales en el Medio Rural, organizado por el Consejo General de Colegios Profesionales de Trabajo Social de España.

Pasados menos de dos años, probablemente muchos de los contenidos de los que hablaba entonces, ahora no los mencionaría...ante la destrucción del Sistema Público de Servicios Sociales en el Medio rural, que tantos años ha costado construir entre todos los profesionales que nos dedicamos a lo social, y a los esfuerzos de los ciudadanos con sus impuestos.

INTRODUCCIÓN: ¿EXISTE LO RURAL? ¿TIENE SENTIDO SEGUIR HABLANDO DE SERVICIOS SOCIALES EN LOS MEDIOS RURALES?

Evidentemente lo primero que tendríamos que preguntarnos, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de lo rural? Si utilizamos la delimitación poblacional estadística, el entorno rural es todo aquel núcleo de población menor de 2000 habitantes, pero además habría que tener en cuenta la dispersión geográfica de dichos núcleos de población.

En este sentido, Castilla-La Mancha cuenta con casi el 80 % de los 919 municipios de la región menores de 2000 habitantes, y si nos centramos en los menores de 500 habitantes, tenemos 495 municipios (54 % del total), por lo tanto, inevitablemente tenemos que afirmar que existe lo rural. En total tenemos una densidad de población de 24,3 habitantes por kilómetro cuadrado, mientras que la media estatal se sitúa en casi 89 hab/km2, por lo tanto afirmo que si que lo rural es lo habitual de mi región.


A la segunda cuestión, ¿Tiene sentido hablar de Servicios Sociales en los Medios rurales? Por supuesto que sí. Cada vez tiene más sentido invertir capital humano y económico en diseñar servicios de proximidad al ciudadano. Si en el ámbito sanitario, al menos en CLM, se están dotando a los Centros de Salud de, todavía pocas, pero algunas especialidades médicas, que evitan que el ciudadano tenga que desplazarse a los núcleos de población más grandes, en nuestro ámbito, el hecho de que la red de SS.SS ya llegue a toda la población, no quiere decir que no sea necesario mejorar esta tipología de servicios, y aumentar la dotación de servicios, promocionar los programas que se desarrollan, constituir equipos interdisciplinares (e itinerantes) que se adapten a las necesidades de los entornos rurales, que son distintas (y probablemente más complejas de solucionar) que las de los entornos urbanos: alternativas ocupacionales y laborales, servicios de carácter personal más polivalentes, con imaginación para vencer obstáculos como son las distancias, las comunicaciones, etc.

El gran reto de las políticas públicas de atención social y sanitaria es poner a la persona en el centro de la intervención, viva donde vida, y tenga las necesidades que tenga, y adaptar los servicios actuales, a las demandas y necesidades de los ciudadanos, porque si no es así, al final tendremos ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda.

Es curioso, porque comparativamente, en Castilla-La Mancha se ha desarrollado más y mejor, y de forma más homogénea la cobertura de SS.SS Básicos del PRAS (tutelado, financiado y gestionado por la JCCM) que el Plan Concertado (gestionado por los Ayuntamientos mayores de 4000 habitantes), y la población de ambos entornos urbanos y rurales, así lo manifiestan, al igual que los propios profesionales.

Esta realidad no es así en cuanto a la cobertura de SS.SS Especializados, que deben ser otro gran reto de cara al futuro: la promoción y desarrollo de los Servicios Sociales Especializados en el Medio Rural.

I.- SITUACIÓN ACTUAL DE LOS SERVICIOS SOCIALES EN LOS MEDIOS RURALES,-

Debo comenzar señalando que quizás no soy demasiado objetivo en mi análisis, por una sencilla razón: “Soy un enamorado del trabajo social, y de forma muy especial del trabajo social en el medio rural”. Claro, cuando quieres mucho a alguien, te importa, te preocupas de que esté bien, de que la relación salga bien, pero también le exiges más, porque confías en la otra parte, y esa es quizás una de las causas que me hacen perder objetividad, la exigencia y autoexigencia como profesional del sistema público de servicios sociales.

Ahora, desde mi labor en el Servicio de Dependencia de Castilla-La Mancha, veo los toros desde una barrera distinta, no desde el punto de vista de los profesionales de Servicios Sociales comunitarios o generales, pero sí que los doce años de experiencia como trabajador social en el medio rural y en el ámbito geográfico de mi comunidad autónoma, me permiten poder establecer ciertos análisis acerca de la situación actual de los Servicios Sociales del Medio rural, aunque repito, pueden estar bastante cargados de cierta subjetividad.

Si que debo decir que nunca se pierde el contacto con el origen profesional de cada uno, y de forma especial gracias a muchos de mis excompañeros y, pese a todo amigos, que he ido dejando en estos años que periódicamente me ponen al día de las novedades del sistema. Pero sobre todo al hecho de que la atención a la dependencia que hemos pretendido configurar en Castilla-La Mancha está asentada sobre la estructura de los Servicios Sociales Generales, y en el futuro lo será aún más, a través de los recursos de promoción de la autonomía personal, lo que significa que Dependencia y Servicios Sociales Generales o Comunitarios deben ir de la mano.

1.- Un poco de historia no viene mal para comenzar.-

Desde el medio rural que conozco, o sea el de mi región Castilla-La Mancha debo señalar que desde mediados de los años 80 han pasado por varias fases:

La primera fase, que abarcaría desde la aprobación de nuestra Ley de Servicios Sociales en el año 86 hasta mediados de los noventa, se produce un impulso político a través de la generalización de los servicios sociales generales a todo el conjunto de la población, y cuando hablo de servicios sociales, no me refiero a que un trabajador social llegue al 100 % de la población, sino que se crearon las estructuras funcionales a través de los Equipos de Servicios Sociales Generales, conformados de forma mínima por trabajador social, animador sociocomunitario y educador familiar. Recuerdo anecdóticamente que en las Jornadas de SS.SS en el Medio Rural de Jaca, en 1998 muchos compañeros de otras CCAA se sorprendían ante el hecho de que ya en ese año, el 100 % de los municipios tuvieran una cobertura de servicios sociales estables y con programas consolidados, pero que además ya llevaban desde principios de los noventa con esta cobertura, independientemente de la forma de contratación que hubiera en cada momento.

Ahora bien, esta primera fase, dio lugar a una segunda, quizás de estancamiento: los equipamientos sociales no crecieron en la medida que crecían los equipos y la cobertura de  prestaciones en forma de programas. Cada vez se asumían más competencias y funciones y el personal era el mismo, a la vez que la población de la región crecía exponencialmente, especialmente en zonas limítrofes con Madrid y con la Comunidad Valenciana. Esta fase podríamos decir que llega hasta los primeros años del siglo.

Y una tercera fase, de nuevo impulso desde 2005 aproximadamente en la cual se aumentan las plantillas, se hace un esfuerzo organizativo y funcional de planificación territorial mediante los ratios de población a los que atender, se consolidan figuras profesionales nuevas, como es la figura del educador social, como personal básico de estos equipos, se incorporan nuevos perfiles: trabajadores sociales de apoyo a programas (SAD, Teleasistencia, Inclusión Social, Atención Familiar), auxiliares administrativos, trabajadores sociales de área, más vinculados con la promoción de la autonomía personal y atención a la dependencia, se incrementan las plantillas, se reducen ratios de atención personal, se mejoran los equipamientos sociales, etc.

Siguiendo con esta fase, un segundo impulso lo provoca la aprobación de la Ley 39/2006 de Dependencia, que supondrá un importante refuerzo a las plantillas profesionales de trabajadores sociales tanto en Zonas PRAS como municipios Plan Concertado, situándose estos en aquellos municipios de más de 3500 habitantes en su mayoría.

Y así hasta llegar a la situación actual, de crisis, eso es cierto, pero con una cobertura de servicios y de programas, podríamos señalar que bastante aceptable, aunque no suficientes para atender las nuevas demandas y necesidades.

Los ratios actuales de cobertura de profesionales  que tenemos actualmente en la región, han de revisarse continuamente. En estos momentos estamos en un trabajador social por cada 4000 habitantes aproximadamente, un educador social por cada 7.000 / 8.000 al igual que animador sociocultural, pero continuamente es necesario llevar a cabo revisiones debido a hechos significativos que determinan continuamente los cambios en las estructuras organizativas:

-         Aumento de población de Castilla-La Mancha, la cual es la Comunidad Autónoma que más crece del Estado, y que está previsto que siga en esta línea al menos hasta 2020, especialmente en provincias como Guadalajara y Toledo.

-         Los importantes índices de asentamiento en la región de personas mayores que retornan como emigrantes retornados una vez que se jubilan y deciden volverse a nuestros pueblos de donde partieron en los años 60 y 70. La mayoría demandarán recursos de ocio y tiempo libre distintos a los que tradicionalmente se venían prestando y ofreciendo desde los servicios sociales y culturales, y otros con el tiempo, demandarán recursos sociales de atención especializada, especialmente para la atención a las situaciones de dependencia.

-         El aumento de la demanda de atención a situaciones familiares de carácter económico que hasta ahora no llegaban al sistema de Servicios Sociales: familias que no pueden pagar sus hipotecas, en las que todos sus miembros están desempleados, solicitudes de ayudas de emergencia social, rentas mínimas, gestión de becas de comedores, ayuda en forma de alimentos, etc.

-         Continuo asentamiento de personas en situación de dependencia que buscan en nuestra región los recursos que en sus Comunidades de origen no encuentran, de forma especial los procedentes de la Comunidad de Madrid y de la Comunidad Valenciana. Esto está provocando que sean necesarios más esfuerzos personales a la hora de la valoración de la situación sociofamiliar, el diseño de los Programas Individuales de Atención, así como los seguimientos de los mismos.


2.- Fortalezas de los servicios sociales en el medio rural.

Supongo que la realidad de mi región será coincidente con las 17 realidades distintas de otros tantos territorios autonómicos, cada uno con sus particularidades e idiosincrasias.

Entre las fortalezas que considero fundamentales estarían:

-         Conocimiento directo de la población destinataria de nuestra intervención, en la medida en que formamos parte de la comunidad, y la metodología de la acción es participativa con, desde, y para la comunidad. Esto también supone una limitación, en tanto subjetiviza nuestro trabajo, provocando que en muchas situaciones sobre todo límite (situaciones de desamparo de menores, violencia de género, intervenciones con implicaciones afectivas importantes, etc), el hecho de formar parte del entorno comunitario, bien en cuanto a residencia, o bien en el ámbito laboral, nos provoca pérdida de objetividad de manera insconsciente que debemos suplir con criterios y valores éticos siempre presentes en nuestra intervención, lo que añade esfuerzos en el día a día.

-         Al hilo del punto anterior, otra de las grandes fortalezas es que en entornos poblaciones tan reducidos, es casi imposible no conocer a todas las personas que tienen problemáticas sociales susceptibles de intervención. Esto supone una presión añadida, en tanto que, supongo que os habrá sucedido a todos, que cuando surge una situación inesperada de una familia o persona a la que no conocíamos nos “surge el sentimiento de culpa” y decimos expresiones del tipo: “como se nos puede haber pasado” o “como no conocía yo a esa persona si estaba en esa situación”, o “algo ha fallado que no me ha llegado este caso”. Esa autoresponsabilización en el hecho de que no se nos escape nada, de querer mejorar la situación vital de las personas, en el medio rural es aún mayor, porque la intervención es participativa desde, con y para la comunidad rural en la que trabajamos

-         Los servicios sociales, a diferencia de otros sistemas de protección en el medio rural, se convierten en referentes para solucionar problemáticas, que van  más allá de la propia cobertura del propio sistema de servicios sociales. Esto, que puede parecer una limitación o inconveniente, también es una fortaleza. Muchas intervenciones, y especialmente la intervención social  del trabajador social, requiere apoyarse en vínculos de empatía y confianza. El hecho de que seamos una figura referente, de confianza, a la que acudir cuando no se encuentran otro tipo de soluciones, nos da un crédito importante, a la vez que nos ocasiona cierta presión en cuanto a que podamos o no satisfacer las expectativas.

       Ciertamente, el sistema debe estar preparado para que, en caso de que no se pueda ofrecer una cobertura al ciudadano, ofrecer al menos las posibles alternativas en cuanto a intervención. Pero esa autoresponsabilidad de la que he hablado antes acaba convirtiéndonos en muchos casos en pre - orientadores laborales, educativos, medioambientales, económicos, etc.

-          Para mí, otra gran fortaleza que supone ser profesional de los servicios sociales en medio rural es el hecho de que cada día se convierta en una aventura, es difícil caer en el aburrimiento, cuando recorres varios pueblos al cabo de la semana, cientos de kilómetros, te conviertes en un referente para la población, como pueden ser el sacerdote, el ATS, el médico, los pocos maestros que van quedando, el cajero del único banco del pueblo (si es que lo hay, porque en muchos casos ni eso). La atención diaria, pese a los problemas a los que nos toca enfrentarnos, se convierte en un remanso de paz, que para los que somos de pueblo, y “odiamos” la ciudad, nos hace disfrutar con el trabajo.


3.- Principales limitaciones…y riesgos:

Ahora bien, aunque haya pintado un paisaje idílico a la hora de trabajar en los pueblitos de mi región, trabajar en el medio rural, en zonas tan dispersas como la serranía de Cuenca, la alcarria de Guadalajara, el Alto Tajo, Sierras de Alcaraz, Montes de Toledo, etc, supone también tener que afrontar situaciones de carencias de recursos y problemas importantes que limitan nuestro trabajo, pero que a la vez, nos hace tener que “echarle imaginación” para resolver dichas situaciones:

-         Carencia de infraestructuras, entre las que estarían malas carreteras y comunicaciones, alargándose los tiempos de desplazamientos que suponen menor tiempo para la atención directa, la entrevista, etc. Malas condiciones del equipamiento físico, desde no poder disponer de despachos propios, siendo compartidos con el médico, secretario del pueblo, alcalde, o incluso en algunas ocasiones atender al público en el único bar del pueblo o en el propio vehículo oficial.

-         Carencias técnicas en cuanto a: equipamientos informáticos, ordenadores portátiles, acceso Internet, impresoras, etc.

-         La imagen estereotipada que en muchas ocasiones el propio sistema ha provocado y en otras hemos sido nosotros mismos, de que los servicios sociales en general y en particular el trabajador social es un medio para conseguir algo tangible, y no un recurso para la mejora global e integral de las capacidades de las personas y por lo tanto de su autonomía. Claro que esto, es tan intangible que es lo más difícil de transmitir a las personas. Las normativas han llevado a esta situación sin contar con el propio sistema de servicios sociales: ejemplos como la necesidad de contar con un informe social favorable para acceder a recursos que no son propios del sistema como: planes sociales de empleo, becas de comedor, acceso a programas de ocio, a algunas prestaciones económicas que no son del sistema público de servicios sociales, etc.

-         La dificultad que supone el hecho de ser a la vez “juez” y “parte” en el acceso a los recursos limitados. La subjetividad del trabajar desde y con la comunidad supone limitaciones de cara a la objetividad a la hora de la redistribución de los recursos. En otras ocasiones complejas como son las situaciones de familias multiproblemáticas en las que el interés de los menores está por delante de cualquier otro, a la vez que debes intervenir en la mejora de la dinámica familiar, hay que proponer el establecimiento de medidas de protección que van contra los intereses de los progenitores, con riesgos incluso para nuestra propia integridad.

Esta dicotomía de papeles, en los que tienes la sensación de que estás engañando a la propia familia, en este caso a los padres, me ha supuesto conflictos éticos conmigo mismo, replantearme la intervención e incluso mi papel como profesional.

-          La ausencia de una supervisión de apoyo en estas situaciones que nos oriente en los procesos complejos.

-          La soledad física, especialmente en la figura del trabajador social. Evidentemente ya he comentado que en Castilla-La Mancha se han estructurado unos equipos en los que se trabaja (o se pretende trabajar) de forma interdisciplinar e integral, pero ciertamente la atención diaria, los servicios de información y orientación recaen sobre la figura profesional del trabajador social, como no podría ser de otra manera, siendo éste profesional el que de forma itinerante se desplaza a los municipios, pedanías, aldeas, núcleos de población, etc, días fijos a la semana. En ciertos momentos te sientes solo, pese a que haya un equipo profesional detrás que te respalda.

4.- Percepción y valoración social.

La percepción social de los Servicios Sociales ha cambiado en los últimos 15 años. Recuerdo a mediados de los noventa, que aún no se consideraba al conjunto de profesionales de los Equipos como un Sistema organizado proveedor de servicios, sino que todo giraba en torno a la figura profesional del Trabajador Social, todavía denominado en muchos casos como Asistente Social, que hacía que otros profesionales como los animadores sociocomunitarios y los educadores de familia (en la actualidad educadores sociales) quedaran desdibujados y que en muchas ocasiones se les confundiera con los propios trabajadores sociales o no se entendiera su quehacer profesional.

El acceso a aquellos Servicios Sociales se hacía en la mayoría de las ocasiones como un medio para conseguir una prestación, pensión o ayuda material, por lo que la imagen estereotipada era la de “conseguidores” y “facilitadores de ayudas económicas”, con las consecuencias en cuanto a imagen social y popular de que eras mejor profesional cuantas más ayudas gestionaras y tramitaras (sambenito que la propia Administración asumía y consideraba).

A esta imagen estereotipada contribuyeron los programas de adecuación de la vivienda que se desarrollaron a mediados de los noventa, en los que para poder reformar partes esenciales de la vivienda o construir cuartos de baño, cocinas, etc que hasta entonces no existían, se hiciera todo a través de los incipientes servicios sociales y en los que el informe social jugaba un papel fundamental en el acceso a las subvenciones y ayudas.

Particularmente, evidentemente no puedo hablar por los demás, cambiar esta imagen y percepción me supuso importantes esfuerzos de carácter pedagógico con la ciudadanía. Explicar a los ciudadanos que los servicios sociales constituyen un sistema organizado para cubrir las necesidades de carácter social y prevenir la aparición de las mismas, a personas que se dirigen demandando respuestas a preguntas vacías de contenido, es muchas veces complicado. Explicarle a una persona mayor que lleva toda la vida ahorrando que no puede conseguir una plaza pública en una residencia porque dispone de medios económicos para podérsela pagar, y que se le conceda la plaza a quien durante toda la vida ha vivido sin pensar en el mañana, es difícil o no estamos preparados para explicar a la ciudadanía los criterios de redistribución de unos recursos escasos.

Y más teniendo en cuenta que en el medio rural “la comunicación” fluye más rápido que cualquier línea ADSL. Me refiero al “bis a bis”. Cuantas conversaciones he escuchado en la sala de espera del despacho en la que “fulanita” le decía a “menganita” que venía a solicitar la ayuda para arreglar el tejado de su casa, y a la semana siguiente había 15 personas que venían a solicitar la misma ayuda, aunque hiciera dos años que habían reformado la vivienda, pero se dejaron un pajar sin arreglar y ahora vendría bien arreglarlo para cuando vengan los nietos en verano que se puedan quedar a dormir allí.
La imagen actual creo que es distinta, provocada por la cercanía a los ciudadanos, los cuales suelen ser pocos y casi les conoces a todos y todos te conocen. Imágenes estereotipadas como salen en los medios de comunicación o películas de dudoso gusto y rigor, en los que Servicios Sociales es igual a protección y tutela de menores, debo decir que en los pueblos y en el medio rural es insignificante esta imagen, quizás más propia de grandes ciudades y núcleos grandes de población.

En algunas ocasiones, el hecho de que prestes tus servicios profesionales desde una Administración “X”, gobernada por el Partido que en ese momento esté en el poder, o que colabores con el ayuntamiento “Y”, en pueblos en los que hay fuertes enfrentamientos políticos, me ha provocado ciertos malestares que he tenido que afrontar también con labor pedagógica, tratando de explicar nuestro carácter funcionarial y de servicio público, aunque muchos no lo entiendan y pretendan que te signifiques apoyando unas posturas políticas o desacreditando a la opositora.

Pero considero que nuestra independencia, objetividad, imparcialidad en la intervención debe ser intrínseca a nuestro puesto de trabajo y ahí debemos mantenerla con uñas y dientes. Esto no quiere decir que no tengamos ideología, pero ésta nunca debe interferir en una adecuada intervención ni debe suponer un obstáculo a la finalidad de nuestro trabajo.

Y por último, si que me parece importante reflejar que para mi una AUTOVALORACIÓN que me hago a mi mismo, y al propio sistema de Servicios Sociales en el Medio rural, es el hecho de que en muchas ocasiones nos hemos convertido en la VOZ DE LOS INVISIBLES, y me refiero a: transeúntes, toxicómanos, población gitana, personas mayores, familias desestructuradas, etc. Personas que se han ido quedando al margen del resto de sistemas de protección: salud, educación, vivienda, empleo, entornos familiares protectores, etc, provocando que sean los Servicios Sociales quienes han de reestructurar de nuevo las posibilidades de integración en dichos sistemas.

Esta autovaloración, que me parece positiva (aunque suponga que han fallado el resto de sistemas), ha provocado que tengamos en muchos casos una imagen de tutela sobre estos colectivos y una carga de responsabilidad inadecuada. Expresiones como: “no quiero atender a mis padres, que se hagan cargo los servicios sociales que para eso están”, y efectivamente, servicios sociales buscará los recursos adecuados para atender al matrimonio de personas mayores que no tienen apoyos familiares y que necesitan atención.

Al hilo de todo lo anterior, se proyecta en nosotros la percepción social del PATERNALISMO, pero no debemos confundir paternalismo con llevar a cabo una atención cercana, empática, de confianza, de acompañamiento, de apoyo. Muchas veces, se nos olvidan nuestras raíces profesionales, nuestras funciones profesionales que en los códigos deontológicos están perfectamente recogidas. Si atender a una persona que está “jodida”, que viene al despacho porque se le han cerrado todas las puertas, o no ha sabido abrirlas, y la atendemos con amabilidad, con confianza en la persona, con seguridad, es tener una actitud paternalista, YO SOY PATERNALISTA EN MI INTERVENCIÓN Y NO PIENSO CAMBIAR.

Los profesionales de los Servicios Sociales del Medio rural somos muchos más cercanos que otros sistemas como por ejemplo el sistema sanitario, con altas rotaciones de profesionales, con muchos protocolos de acceso que facilitan el trabajo, pero por otro lado, hace que las personas parezcan productos de fabricación en la cadena de montaje.

Por otro lado, dice el refrán que “donde hay confianza, hay asco”, esto es cierto. ¿Cuántas barbaridades me habrán podido decir a mí los usuarios en el despacho que seguro que al médico nunca han sido capaces de decir?: “Cómo concedéis las ayudas a quien queréis”, “aquí o eres yonqui o moro o si no, te mueres de asco”, “ni que el dinero fuera tuyo, para que no me concedas el salario mínimo”, etc.

Al principio, cuando oía expresiones de este tipo, me revelaba, me defendía e incluso me salía un poco de malicia en mis expresiones, hasta que me dí cuenta que era el precio que teníamos que pagar por querer ser cercanos a los ciudadanos.

II.- LOS SERVICIOS SOCIALES EN EL MEDIO RURAL ANTE LA NUEVA SITUACIÓN CREADA POR LA LEY DE DEPENDENCIA 39/2006

 Cuando muchas veces oímos a nuestros responsables políticos hablar de la “creación” del 4º pilar del Estado del Bienestar con la puesta en marcha de la Ley 39/2006, de Dependencia, me sorprende desagradablemente, ¿es que hasta ahora no existía este cuarto pilar? ¿no existimos los servicios sociales desde hace 25 años? Seremos los hermanos pobres del resto de sistemas, pero existir EXISTIMOS Y DESDE HACE MUCHO TIEMPO.

Cuando se estudió, se debatió, se reflexionó sobre cómo poner en marcha un Sistema de Atención a la Dependencia en el Estado, se propusieron diferentes alternativas, algunas de las cuales se desecharon, con mejor o peor resultado. Entre estas estaba considerar la dependencia como una contingencia más a proteger por el sistema público de seguridad social, tal y como sucede con otras situaciones protegidas actualmente, y con una financiación a través del aumento de las cotizaciones tanto de los trabajadores sociales como de los empresarios. Esta postura es coincidente con el análisis que el grupo de expertos presentó a finales de 2009 a encargo del Congreso de los Diputados.

Evidentemente el papel de los servicios sociales en este modelo hubiera quedado muy minimizado y de forma especial el de los servicios sociales comunitarios.

Otro modelo de atención a la dependencia podría haber recaído su garantía de atención hacia el sistema de salud, y la prestación de los servicios de carácter residencial y centro de día y domiciliarios, prestarse desde el ámbito de lo social.
Finalmente se decidió, para bien o para mal, que el sistema de atención a la dependencia recayera sobre el sistema público de servicios sociales, lo que ha supuesto importantes cambios del propio sistema público de servicios sociales. Cambios que puede que sean positivos o no tan positivos, pero que si están cambiando nuestra imagen y configuración.

1.- Cambios significativos:

Se ha comenzado a identificar al sistema de servicios sociales como un sistema garantista, que regula el derecho subjetivo a la atención a la dependencia. La imagen estereotipada de que los servicios sociales atendían solamente a ciertos colectivos en situaciones muy particulares, con carencias económicas y sociales, y con baremos de acceso a los recursos basados en situaciones económicas muy precarias, se está transformando en la atención a una población en general, que en cualquier momento de su vida puede sufrir una situación de dependencia, que requerirá una respuesta del sistema, en la cual, el trabajador social y el equipo de servicios sociales cobran especial importancia, en cuanto a que será el encargado del diseño, ejecución y seguimiento del PIA.

La atención interdisciplinar a la dependencia desde los servicios sociales. A través de la incorporación de nuevas figuras profesionales a los Equipos de Servicios Sociales que se van a encargar de la promoción de la autonomía de las personas con discapacidad, personas mayores, etc, de la formación a los cuidadores no profesionales y profesionales como auxiliares del SAD, auxiliares de geriatría de los Centros de Día, etc. Figuras profesionales nuevas como son la terapia ocupacional, la fisioterapia, la psicología, etc. Algunos (incluso de este mismo foro) pondréis en duda que debamos prestar servicios a los ciudadanos que le correspondería al sistema sanitario. Pero, por el contrario, nadie pone en duda que estos mismos servicios se presten en un Centro de Día del sistema público de servicios sociales. Creo que el futuro de la atención a la dependencia pero sobre todo en cuanto a la promoción de la autonomía personal debe ir por este camino. Interdisciplinariedad, a través de la inclusión de Programas de Promoción de la Autonomía Personal como programas básicos de servicios sociales comunitarios.

A diferencia de otras Comunidades Autónomas, en Castilla-La Mancha, el informe social del/la trabajador/a social del municipio, y los 919 municipios de la región cuentan con trabajador social comunitario de referencia, es imprescindible a la hora de la formalización del Programa Individual de Atención, pero no solamente se trata de un requisito formal, sino que en el 95 % de los casos, la propuesta de intervención y la prescripción de los recursos que se plantean es respetada por el órgano que resuelve el PIA, como no puede ser de otra forma. En los casos, en los que se pueden dar discrepancias, se consensúa entre profesional y equipo técnico de valoración, las posibles alternativas, buscando siempre una garantía de cuidados para la persona beneficiaria.

Esto supone una puesta en valor de la función profesional tanto del trabajador social de servicios sociales generales, como del propio equipo del que forma parte, puesto que la puerta de entrada al SAAD será siempre el sistema de servicios sociales, y serán los encargados de la supervisión, el seguimiento, el consenso con la familia en la propuesta PIA, y la reorientación hacia otros recursos.

Claro, esto supone también un aumento de demandas, con aumento de tiempos dedicados a la atención a las situaciones de dependencia, que hasta entonces no existía. No quiere decir que no se atendieran a personas en situación de dependencia, sino que se atendían solamente los casos más graves, y siempre que hubiera disponibilidad de servicios y de recursos.

La Ley de Dependencia ha venido a cubrir algunas de las lagunas que los sistemas de servicios sociales autonómicos tenían, está cumpliendo una misión importante, enmarcada en un objetivo no sólo del estado español, sino de la propia Unión Europea: la permanencia en el entorno habitual de la persona durante el mayor tiempo posible, y en las condiciones adecuadas y dignas de cuidados. Esta es una realidad social y tradicional del medio rural en España: la atención a las personas dependientes se ha hecho tradicionalmente en el medio familiar, y las prestaciones del SAAD no hacen más que fomentar estos cuidados, que, no tienen porque no ser los adecuados, y ahí es donde volvemos a jugar un papel fundamental como sistema público, velando porque esos cuidados se presten de la forma más adecuada, ofreciendo los apoyos necesarios en forma de atención domiciliaria, impulso de programas de prevención y de promoción de la autonomía personal, buscando sinergias con otros sistemas como el sanitario, el cual tiene mucho que decir (y que hacer) en este sentido.

Antes he hablado de la necesidad de incorporar nuevas figuras profesionales a los equipos de servicios sociales. Igual que en nuestra región se han incorporado mediadores interculturales para garantizar una atención adecuada a las personas inmigrantes y prevenir situaciones de exclusión social y de conflicto, si se han incorporado Educadores Sociales para la atención a las familias en situación de exclusión social, conflictividad grave, con riesgo para el adecuado desarrollo de los menores, si la figura del Animador Sociocultural es clave y fundamental dentro de los equipos de Servicios Sociales básicos para la gestión de los programas de promoción y cooperación social, fomento del asociacionismo, integración de colectivos más desfavorecidos, etc, ¿por qué no vamos a incorporar nuevas figuras profesionales para la correcta implantación, ejecución, seguimiento y evaluación del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia?

Esto no debe suponer para la figura profesional del trabajador social una pérdida de funciones ni de usurpación de tareas, al contrario. Como sistema público de servicios sociales, seremos un sistema mucho más rico, adaptado a las necesidades de las personas, y aquí la figura profesional del trabajador social cobra una especial importancia en cuanto a lo que ya hemos comentado acerca del estudio, diagnóstico, planificación del PIA, ejecución (conjunta con el resto de profesionales), evaluación y seguimiento….y retroalimentación e introducción de modificaciones en la intervención (social)

2.- Las consecuencias negativas de la Ley 39/2006.

A mi juicio, el gran error de la puesta en marcha de la Ley de Dependencia en el conjunto del Estado, ha sido la inadecuada o nula información relativa a la misma que se ha transmitido a la ciudadanía. Quizás la premura con la que se aprobó, la falta de tiempos para explicar la trascendencia de la propia Ley, el hecho de que al principio lo único que se financió o se pudo poner en marcha fueran las prestaciones económicas para cuidados en el entorno familiar (las famosas “paguitas”) que no fueron bien trasladadas a los ciudadanos ni su utilidad, ni los criterios de concesión, de revisión, de extinción, etc.

Este desconocimiento de la propia Ley, lo teníamos incluso los propios servicios sociales, porque no dio tiempo a digerirla cuando ya teníamos que aplicarla, informar a los ciudadanos sin tener una correcta información ni formación nosotros mismos. Esto provocó al principio, distorsiones en la información que facilitábamos, desconocimiento entre lo que es discapacidad y lo que es dependencia, desconocimiento acerca de los criterios a valorar en el BVD, desconocimiento a la hora de fijar la figura del cuidador principal, del régimen de protección de seguridad social de este cuidador del entorno, etc.

Si a esto se une, que las campañas de sensibilización y de difusión brillaban por su ausencia, que algunos reportajes televisivos ayudaron muy poco a entender qué suponía esta Ley, pues solo vendían las bonanzas de la prestación económica de cuidados en el entorno familiar, equiparándola con un puesto de trabajo con una cotización a cargo del Estado, sin mencionar el resto de servicios y recursos, la garantía de protección, cómo se hacen las valoraciones, etc.

De cara a la labor de los servicios sociales, la trascendencia de lo anteriormente expuesto es evidente. Se ha extendido la opinión de que las prestaciones son vitalicias, que se conceden de manera automática y a todos los casos. Cuando el trabajador social va a consensuar el PIA con la familia, la presión en este sentido se observa, la carga y el peso de la prueba recae en su valoración profesional, requiriendo dotes pedagógicas y de persuasión para hacer ver a las familias, cual es el recurso de atención más adecuado para la persona dependiente, y que en muchas ocasiones no tiene por qué ser coincidente con la demanda inicial planteada. Este esfuerzo a la hora de la negociación, es un valor añadido para nuestra profesión, la cual se ve fortalecida, pero requiere de muchos esfuerzos por defender nuestro criterio profesional, pudiendo llegar a provocar en algunos profesionales miedo a enfrentarse a las familias e incapacidad para soportar esta presión.

III.- ASPECTOS QUE DEBERÁN MEJORAR O CAMBIAR EN LA ESTRUCTURA ACTUAL DE LOS SERVICIOS SOCIALES EN EL MEDIO RURAL EN EL FUTURO.-

Pese a que lo conseguido hasta ahora, al menos en lo que respecta a Castilla-La Mancha, es importante, consolidando una cobertura del 100 % de la población atendida por el Equipo Básico de Servicios Sociales, es preciso mejorar o dar un paso adelante en aspectos como:

1.- La coordinación sociosanitaria.-

Poner al ciudadano en el centro de ambos sistemas: Sanitario y Social, debe constituir una prioridad dentro de las políticas sociales de las respectivas CCAA las cuales tienen competencias en la materia. La Ley de Dependencia puede y debe ser una excusa para ponerse manos a la obra.

En algunos momentos se ha hablado de “integración” de ambos sistemas en uno único, en otros momentos se habla de “coordinación”, en otros, de un tercer espacio o subsistema: el sociosanitario. La elección del modelo no debe ser un obstáculo para que ya se inicien actuaciones e intervenciones coordinadas. Se deben establecer grupos de trabajo en los que se determinen funciones, itinerarios de intervención, detección de procesos que requeriran una actuación coordinada, desarrollo de nuevas figuras que guíen estos procesos como es la del “gestor de casos”, integración de la historia individual del usuario de ambos sistemas, que desburocratice los Servicios Sociales y que reduzca la listas de espera en la atención primaria sanitaria, para trámites administrativos que no necesitan de una cita en consulta, diseño de diagramas de flujo con entradas y salidas de ambos sistemas, etc.

Lograr coordinar las intervenciones en beneficio de la persona o del ciudadano, es un reto difícil y arduo, en el cual habrá que “derribar” desde resistencias corporativas hasta estructuras jerárquicas y organizativas, pero a la larga supondrá reducir costes y mejorar la atención que las personas reciben. Es rocambolesco que “alrededor” de una persona con un problema sanitario con un origen social, o viceversa, “revoloteemos” diferentes profesionales: médico de familia, especialistas, DUE, Trabajador Social del ámbito sanitario, Trabajador Social de SS.SS, Auxiliar de Ayuda a Domicilio, auxiliar de clínica, etc, SIN UN NEXO DE COORDINACIÓN que permita dar lógica y coherencia al proceso.

2.- La promoción de la autonomía personal desde el entorno más cercano al ciudadano.-

Ya lo he avanzado en  el texto de mi comunicación, y al hilo de la coordinación sociosanitaria, debemos trabajar en la promoción de la autonomía de la persona en todos los aspectos de su vida: autonomía física, intelectual y sensorial, autonomía en la toma de decisiones, autonomía económica y laboral, AUTONOMIA PERSONAL, en definitiva.

Si desde los SS.SS, y el resto de sistemas de protección, incluido el sistema educativo, se fomenta la autonomía de las personas, capacitar a las personas para que obtengan y desarrollen herramientas que les permitan afrontar los obstáculos de la vida cotidiana, llegaremos a construir una sociedad fuerte y cohesionada.

Entiendo que no es tarea fácil, y que hasta ahora, nos hemos limitado a lo fácil: proveer recursos más materiales y económicos que proveer recursos personales y “empoderar” a las personas. La propia estructura del Sistema Público de Servicios Sociales, a veces nos envuelve en el monstruo de la burocracia, en el cual el objeto de nuestra intervención se acaba limitando al binomio NECESIDAD – RECURSO, sin pararnos a trabajar en evitar que aparezca esa situación de necesidad.

El gran reto tanto del sistema de Servicios Sociales como del Sanitario es la PREVENCION, la cual, evidentemente tiene poca rentabilidad política a corto plazo….pero si que a medio y largo plazo será un beneficio para la sociedad.

3.- La promoción de la investigación social.

Y por último, una de las grandes carencias que siguen teniendo los servicios sociales, tanto en el medio rural como en medio urbano, y creo que es un problema intrínseco a los SS.SS Comunitarios, es la inexistencia de investigación sobre las necesidades sociales, elaboración de diagnósticos sociales de los entornos sobre los que intervenimos.

Los esfuerzos se centran en la intervención, en la atención a las situaciones carenciales, en el desarrollo de metodologías de intervención social, con estrategias de trabajo en equipo, protocolos de coordinación, etc, pero falta investigación sobre el terreno, sobre la población objeto de la intervención, necesidades, problemáticas, y esto nos deriva en otras carencias como es la falta de planificación en la promoción de los recursos.

No puede valernos como excusa el hecho de que falten medios, o que deban ser otros servicios y otras instancias de la organización administrativa en la que trabajemos quienes se encarguen de esta función. Si no nos paramos a reflexionar, analizar, buscar el origen de las problemáticas especialmente en el nivel comunitario, difícilmente podremos promocionar la puesta en marcha de nuevos recursos, programas y servicios.

CONCLUSIONES:

Pero soy optimista de cara al futuro, al menos en cuanto al diseño del modelo de gestión de la atención a la dependencia en mi región, y que tendrá importantes consecuencias para el sistema público de servicios sociales. Ya lo he trasladado anteriormente, y también en mi puesto actual como Jefe del Servicio Regional de Dependencia de Castilla-La Mancha, lo he trasladado a nuestros responsables políticos, así como en diferentes revistas y publicaciones: la necesidad de articular un programa de promoción de la autonomía personal y de atención a la dependencia desde los servicios sociales de atención primaria, incluyendo nuevas figuras profesionales que vendrán a sumar a los ya de por sí, bien estructurados Equipos de Servicios Sociales, y a ofrecer una respuesta de calidad (y calidez) a las necesidades de las personas dependientes, y dentro del medio comunitario, evitando atenciones especializadas en la medida de lo posible, y atendiendo desde lo local y más cercano al ciudadano.

































 
 
 

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